Refugio Otis McAllister-Iztaccíhuatl


Cuando llegue el sufrimiento, míralo a la cara y enfréntate a él
Friedrich Nietzsche

En esta ocasión, tuvimos la fortuna de subir por primera vez al Iztaccíhuatl, pero vamos contando todo desde el principio.

Llegamos como a las 8:30 a Paso de Cortés y la verdad es que había muy poca afluencia de personas. El Popocatépetl amanecía muy tranquilo y hacía un día magnífico y despejado. Despues de brincotear por la terracería una media hora, por fin llegamos a La Joya. En este sitio, normalmente acampan las personas que van a hacer cumbre al Iztaccíhuatl, y justo aquí inicia nuestro recorrido.

Iniciamos a 3,900 msnm aproximadamente, lo cual ya es bastante alto, pero la primera parte del camino es plana e incluso de bajada. A través de un pequeño sendero entre zacatales, vamos viendo como cambia de forma la montaña mientras nos vamos acercando, pequeños detalles que se ven a lo lejos, son imponentes formaciones rocosas de cerca. Y así vamos bordeando el relieve hasta que llegamos a un valle en el que se encuentra una roca con forma de la boca de un tiburón, con mucha imaginación, pero lo realmente importante es que es la primera sombra que tenemos en poco más de una hora de camino. A esta altura casi no crecen arboles, y no hay ninguna nube cerca.

Aquí es realmente la base del Iztaccíhuatl según mi perspectiva y por eso le pido permiso para que me deje llegar hasta el refugio

Comenzamos el ascenso por un camino bastante inclinado hasta que llegamos a una saliente rocosa desde donde se aprecia un imponente Popocatépetl un poco más inquieto. Se puede apreciar en vivo como expulsa una enorme fumarola que se extiende con los fuertes vientos. Hacemos una pequeña pausa para hidratarnos ya que el Sol no nos dará tregua en esta ocasión.

El siguiente sector es un poco menos inclinado, pero más largo, y con un camino más accidentado. Entre rocas sueltas y grava, hay que asegurarse bien antes de dar cada paso. La vegetación disminuye drásticamente y se limita a algunas pequeñisimas flores de color rojo y amarillo y unos parches de musgo de un intenso color verde. Las rocas se hacen cada vez más grandes y hay secciones en las que no podemos usar los bastones, sino nuestras manos para irnos apoyando de roca en roca. Por fin llegamos hasta una arista en la que podemos tomar otro descanso.

Emilio, uno de nuestros guías nos cuenta sobre anécdotas que ha vivido en esta y otras muchas montañas alrededor del mundo, rescates en los que ha participado y nos da consejos sobre como mantenernos seguros en la Alta Montaña. También incluye algunas historias escabrosas que sirven para tomar mejores decisiones cuando las condiciones se tornan demasiado adversas.

Depués de comer algo, beber agua y recuperar fuerzas, emprendemos el cruce por el arenal. Desde aquí se alcanza a ver a lo lejos hacia la derecha el «Refugio de los Cien» pero ese lo visitaremos en otra ocasión. Nuestro camino implica rodear algunas pequeñas cañadas en un suelo agreste de rocas y grava. Así continuamos hasta que el camino se vuelve un ascenso constante a tra vés de uno de los costados más inclinados del Iztaccíhuatl. Solamente hay un sendero de unos 60cm de ancho, trazado por miles de pisadas, en el que a la derecha hay una infinidad de rocas en equilibrio, esperando la menor variación para precipitarse rodando hasta las faldas de la montaña; y a la izquierda una caída bastante larga para cualquier objeto o persona que tenga la desfortuna de dar un mal paso. Y así, en mi camino de forma descuidada pateo una roca que se va rodando cuesta abajo, cada vez tomando más velocidad hasta que se detiene unos cuantos cientos de metros más abajo.

Se escucha la voz de la montaña. Es algo increíble pero los que hemos estado ahí, lo entendemos.

El cansancio empieza a ser un factor, porque como lo descubriría más tarde, la distancia cubierta no sería tan grande, sin embargo la complejidad del camino ha sido extenuante. Aquí empieza el juego mental, de convencerte a tí mismo que aún no estás en tu límite y que todavía te queda bastante para dar. La importancia de hacer estas nuevas rutas radica en poder ir conociendo tu cuerpo y tus capacidades físicas, a veces solo es necesario bajar un poco el ritmo y tomar un respiro.

Mi muslo derecho me ha dado algunas molestias, como cuando fui a la Malinche, aunque en el Nevado de Toluca no recuerdo que me haya dolido mucho. El punto es que en este ascenso si fue una molestia constante que decidí ignorar. Debe ser la edad.

Prácticamente sin pausas, continuamos ascendiendo por el arenal hasta llegar a un nueva arista, desde la cual se puede apreciar a lo lejos el refugio Otis McAllister. Por fin llegamos a la pequeña meseta donde se ubica el refugio y me abrazo con mi hermano. Damos gracias por haber llegado sanos y salvos hasta ahí.

Me entero que «solamente» hemos recorrido poco más de 5 km en unas 3 horas. siento como si hubiera caminado 15km.

Un pequeño cuarto de madera cubierto de lámina corrugada y anclado con cables de acero es lo primero que salta a la vista. Una vez dentro, descubrimos 2 niveles, parecidos a literas, que pueden albergar unas 5 o 6 personas cada uno, muy pegaditos. Únicamente hay un par de trozos de poliestireno, que funcionan como unos precarios colchones, y un sleeping bag que algún bienhechor dejó deliberadamente ahí para alguien que tenga una emergencia.

La función de este tipo de refugios, es tener un lugar a donde correr si de pronto cambia el clima en la montaña. No importa cual sea el pronóstico del tiempo, aquí arriba no hay certezas. Llevamos más de 3 horas caminando bajo el Sol y aún así, en este punto debemos sacar los guantes y las chamarras porque el viento sopla bastante. Además en cuanto una nube solitaria se llega a interponer con el Sol, la temperatura cae drásticamente por unos minutos. Ahora imaginen que de pronto comienza una tormenta y uno se encuentra a por lo menos 3 horas de la base de la montaña. Esta pequeña «lata» es la diferencia entre la vida y la muerte.

Desde aqui, se puede ver la cima de la montaña que se encuentra a la altura del «pecho» de la Mujer Dormida, aunque según nos explican Emilio y Rubén, no es una ruta habitual para hacer cima por la inclinación y la complejidad del terreno. Se necesitaría una buena cantidad de nieve y mucha experiencia para lograrlo. Normalmente las personas que hacen cima, toman la ruta de los portillos.

Desde aquí se observa un fuerte incendio en el bosque hacia el norte de la montaña y al lado opuesto, un Popocatépetl cada vez con más actividad. Aprovechamos para sacar varias fotos y videos y despues de descansar unos minutos, comenzamos el regreso.

Volvemos sobre nuestros pasos, solamente que en el arenal, ahora vamos de bajada y los resbalones son comunes, así que hay que tener cuidado de caer hacia la izquierda en caso de perder el equilibrio, pues a la derecha espera una pendiente bastante pronunciada. Aquí se puede apreciar las marcas que ha dejado en la roca el ahora extinto Glaciar de Ayoloco. Así es, lo que ahora solo parece roca tallada, hace menos de una década eran hielos perpetuos que abastecían de agua las zonas cercanas y se pronostica que en pocos años los glaciares mexicanos terminen por desaparecer. Por ejemplo, en el Pico de Orizaba aún se extiende el Glaciar de Jamapa, el último de los 14 con los que contaba en hasta 1985.

Continuamos el descenso y Don Goyo ya está más tranquilo. El tramo más inclinado es una tortura para las rodillas y talones así que vamos serpenteando entre los cientos de «senderos» naturales que el agua va tallando entre los zacatales. Así continuamos hasta que llegamos nuevamente a la roca con forma de tiburón, para reagruparnos y descansar un poco. ¿Recuerdan que al inicio del camino había bajadas? bueno, pues al final del camino son subidas. Es el último jalón para llegar a descansar a La Joya.

Por fin se vuelve a nivelar el camino y aprovecho para agradecer a la montaña por habernos tratado tan bien. Con las piernas adoloridas por fin estamos en el estacionamiento, conversando con los compañeros que llegaron en el primer grupo. Tengo que reconocerles que son bastante fuertes y me costó trabajo mantener su ritmo por momentos, pero eso nos ha servido para medir nuestras condiciones y próximamente, si la Mujer Blanca nos lo permite, hacer cima.

Bonus: ¡Vimos 2 coyotes!

Acerca de Adrián Mendoza

Amante de la música, lector empedernido de novelas épicas, policiacas y de ciencia ficción; fotógrafo amateur, paracaidista en salto tándem, miembro activo de la Steeler Nation, entusiasta de aprender idiomas, cinéfilo por ocio, ciclista urbano y trepa-cerros.

Publicado el 19 junio, 2023 en Deportes, Trepando cerros y etiquetado en , , , , , . Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.

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