Refugios en el Iztaccíhuatl


Vas caminando cuesta abajo, en un complicadísimo descenso desde «la rodilla». El ascenso a cumbre tomó un poco más del tiempo previsto y estás agotado pero feliz por haber cumplido tu objetivo, la cima del Iztaccíhuatl. Aunque el cuerpo duele, sigues avanzando poco a poco. Te detienes unos minutos para recuperar tu aliento y te das cuenta que se han formado unas nubes amenazantes que poco a poco van ocultando en Sol. Unos minutos después escuchas algunos amenazantes truenos y comienza una tormenta. Hay viento, lluvia y granizo que pareciera que «cae» horizontalmente. Es imposible ver el camino mas allá de unos pocos metros. Estás empapado pero no puedes detenerte ahí. Sigues caminando tratando de seguir el sendero, tus dedos duelen por el frío y cada vez es más difícil mantenerse en pie. De pronto llegar a «la Joya» parece imposible. Poco a poco el camino se vuelve un poco más plano y alcanzas a ver una silueta familiar, pasaste junto a ella en la madrugada. Ahí está erguido un armatoste metálico que tal vez hoy te salve la vida. Es el Refugio del Grupo de los Cien, uno de los 3 que se mantienen en pie hasta ahora. Entras, y aunque no es particularmente cálido te sacas parte de la ropa mojada para ponerte una chamarra seca. Pronto se abre nuevamente la puerta y van llegando más personas a refugiarse de la tormenta. Mañana podrán contar la experiencia a sus amigos y familiares.

En 1950 se fundó el Grupo de los Cien A.C. con el objetivo de construir refugios de alta montaña en el Iztaccíhuatl, Popocatépetl y Citlaltépetl. Ya no esisten los refugios del Popocatépetl pues desde que reinició su actividad en 1994 ha permanecido cerrado. En el Citlaltépetl se usan 3 de los 4 originales y de los 13 que se construyeron entre 1950 y 1996 en la zona del Iztaccíhuatl, hoy solo quedan 3 en pie. El Téyotl (1950), el Otis McAllister (1961) y el más reciente el del Grupo de los Cien (1996).

A lo largo de los años, algunos se fueron deteriorando por el mal uso, dos fueron destruidos por el viento porque alguien dejó la puerta abierta e incluso un par se incendiaron. Aún así el Grupo ha hecho una gran labor al mantenerlos funcionando altruistamente y mediante donaciones, ya que la cuota de entrada al Parque Izta-Popo no tiene nada que ver con ellos.

El mantenimiento continuo de estas instalaciones es fundamental para garantizar que sigan siendo accesibles y seguras para todos los visitantes. Además, es admirable ver cómo el Grupo ha logrado superar varios desafíos a lo largo del tiempo, demostrando su compromiso con la preservación de estos espacios.

La importancia de cuidar estas infraestructuras no puede ser subestimada, ya que contribuyen significativamente a la experiencia general de los visitantes y a la protección del entorno natural. Es inspirador ver cómo la comunidad se ha unido en torno a esta causa, demostrando que el trabajo colaborativo y el apoyo mutuo son esenciales para el mantenimiento de estas instalaciones.

Es importante crear conciencia en la gente que visita esta zona, que entienda que el refugio no es un hotel y sólo debe usarse en caso de emergencia. Y sobre todo la gestión de los residuos, parece increíble que la gente deje basura en un lugar tan hermoso. La preservación de estos espacios naturales es responsabilidad de todos los que los disfrutan. La educación y concienciación sobre la importancia de cuidar el medio ambiente es fundamental para garantizar que futuras generaciones puedan disfrutar de la belleza natural que nos rodea. Además de comprender que lo que estamos destruyendo hoy podría salvar la vida de alguien el día de mañana.

Algo curioso sobre el material del cual están hechos los refugios es que al ser de metal tienen una alta conductividad eléctrica, así que en caso de que caiga un rayo, actúa como una Jaula de Faraday, esta estructura actúa como un escudo protector al disipar la corriente eléctrica alrededor de su exterior, manteniendo a salvo a quienes se encuentren en su interior. No es de extrañar que estos refugios hayan sido testigos silenciosos de innumerables eventos naturales, brindando resguardo y protección a quienes los necesitan. Su contribución a la seguridad de las personas es invaluable, y su diseño ingenioso merece un reconocimiento continuo.

Acerca de Adrián Mendoza

Amante de la música, lector empedernido de novelas épicas, policiacas y de ciencia ficción; fotógrafo amateur, paracaidista en salto tándem, miembro activo de la Steeler Nation, entusiasta de aprender idiomas, cinéfilo por ocio, ciclista urbano y trepa-cerros.

Publicado el 26 febrero, 2024 en Deportes, Naturaleza, Trepando cerros y etiquetado en , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.

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